Después de huir de los horrores de la guerra en Europa, Zweig y su esposa buscaron un refugio donde pudiesen retomar sus vidas. Decepcionados por Londres y Nueva York, esperaban comenzar de nuevo en Brasil. Pero la huida constante, el encuentro con las multitudes de refugiados judíos como él y la sensación de que su mundo cultural estaba perdido, lo llenaron de desesperación. No pudo encontrar la fuerza para empezar una nueva vida.
El suicidio de Zweig fue muy criticado. Pero no fue el único: otros intelectuales judíos, refugiados de la guerra, como el escritor Ernest Toller en Nueva York y el filósofo Walter Benjamin en Portbou se suicidaron antes que él.
La policía local encontró la nota de suicidio de Zweig. Fritz Weil, un empresario judío-alemán de Petrópolis, la tradujo del alemán al portugués y quiso adquirirla, pero no se lo permitieron. Finalmente en 1972 Weil consiguió comprársela a un policía jubilado, y en 1992 la donó a la Biblioteca Nacional de Israel en memoria de su familia política que murió en el Holocausto.
La carta
“Declaración
Por mi propia voluntad y en plena lucidez
Cada día he aprendido a amar más este país, y no habría reconstruido mi vida en ningún otro lugar después de que el mundo de mi propia lengua se hundiese y se perdiese para mí, y mi patria espiritual, Europa, se destruyese a sí misma.
Pero comenzar todo de nuevo cuando uno ha cumplido sesenta años requiere fuerzas especiales, y mi propia fuerza se ha gastado al cabo de años de andanzas sin hogar. Prefiero, pues, poner fin a mi vida en el momento apropiado, erguido, como un hombre cuyo trabajo cultural siempre ha sido su felicidad más pura y su libertad personal, su más preciada posesión en esta tierra.
Mando saludos a todos mis amigos. Ojalá vivan para ver el amanecer tras esta larga noche. Yo, que soy muy impaciente, me voy antes que ellos.
Stefan Zweig, Petrópolis, 22/2/1942”